jueves, 23 de marzo de 2017

Un salto al vacío: del Círculo Polar Ártico al fuego misionero, Denís Malov cmf

Con este testimonio, cerramos estos cinco días en los que hemos disfrutado de los retazos de evangelio que cada hermano lleva en su corazón. Esperamos que hayan sido una luz para ti, un interrogante o un apoyo... hoy, para concluir, la hermosa vocación de nuestro hermano Denís Malov, cmf, originario de Rusia, donde los claretianos estamos en el Círculo Polar Ártico... ¡apasionante lugar!



Hace pocos días he tenido la gran dicha de poder hablar, en el contexto de la Eucaristía, sobre mi propia vocación, contemplándola (¡cuánto descubro cada vez que lo hago!) desde el Evangelio del día. Respondiendo a la invitación de los hermanos y en cumplimiento de 1Cor 4, 9, comparto aquí lo que había preparado para aquél encuentro, resumido y abreviado.
I
…cuando todavía estábamos sin fuerzas, Cristo murió por los impíos.
Epístola a los Romanos, 5, 6. 

La omnipotencia y la gratuidad de Dios se muestra allí donde nadie la aguarda, como en el encuentro entre Jesús el peregrino, sobrellevando el cansancio y la soledad, el hambre, la sed y el calor de mediodía, y aquella mujer frágil, cuyo trabajo, empero, es duro, con tantos amores rotos detrás y sin ilusión para el futuro, el encuentro que nadie esperaba y del que nadie esperaba nada; un judío y una samaritana; el amor que pierde la vida y la vida que pierde el amor. Él no la espera; ella no lo busca. ¿Qué podría surgir de aquél encuentro?

¡Y qué parecido es aquél a otro encuentro, en la nevada tierra polar de Múrmansk, descristianizada, desevangelizada, pero querida por Dios, entre un joven chaval como otro cualquiera y un misionero argentino en un país extranjero, desviviéndose por construir una iglesia local! Un joven ingenuo que no sabía qué buscara ni qué fuera a hallar; y un pastor que sobre sus hombros llevaba su rebaño. Tal es el escenario donde, a pesar de nuestras flaquezas o, quizás, gracias a ellas, la diestra de Dios obró.

II
«…¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.»
«…Golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»
Éxodo, 17, 4.6.

Con dolor y desencanto bombardea la mujer a Cristo con esta multitud de preguntas a fin de banalizarlo, a fin de comprobar una vez más, con amargada irrisión, que la ilusión, la esperanza, el confiado enamoramiento no son posibles en este mundo. ¡Y con qué mansa paciencia Jesús le responde, con cuánta ternura la mira, con cuánta suavidad traza el camino hacia el corazón de la samaritana para hablarle de tú a tú, para llamarla, enamorarla, transformarla! En un diálogo de amor Jesús despoja ante ella su Corazón y ella queda ante él despojada de la pretendida gravedad de sus cuestionamientos, estupefacta y admirada.

¡Y cuántas veces yo, sin querer oír la llamada, huía del tema, desviándome por las preguntas incorrectas! ¡Cuántas veces me paraba en mis dudas infantiles en lugar de pedir al Señor el agua de la fe y aceptar este dulce destino que se ha hecho para mí una fuente inexhaurible de alegría, el único gozo! Igual que el corazón de aquella mujer, se iba transfigurando el mío, gota por gota, iba comprendiendo quién era Aquél que me estaba hablando. Recuerdo que fueron unos ejercicios espirituales en San Petersburgo cuando lo comprendí. Leí en aquel momento lo de San Pablo: “ya no vivo yo sino es Cristo quien vive en mí”, y al comprenderlo, sentí una enorme felicidad dentro de mí, me sentí… plenificado. De vuelta a mi ciudad no se me iba la sonrisa de la cara, y me temo imaginar, qué pudiese pensar sobre mí la gente, tal vez, que me faltaba un tornillo…

III
Entrad, adoremos, postrémonos, ¡de rodillas ante el Señor que nos ha hecho!
Salmo 95, 6.

Y fue cuando llegó para mí el momento de dejar el cántaro, dejar toda la vida anterior, la familia, los amigos, los estudios, para que mi vida fuera Cristo y sólo Él. Echando la mirada atrás, casi no me puedo creer que me atreví a esta aventura, este salto en el vacío. Hoy en día tal vez no lo hiciera. Pero en aquel momento estaba enamorado, y poco me importaba todo, ¡sólo seguirlo, oírlo a Él, mirarlo! Vine, y fue cuando comenzó el camino de verdad, el camino duro, el camino de abnegación y de transformación en Cristo entregado, este Cristo que sufre con los que sufren, que llora con los que lloran. Este Cristo es el que está conmigo en esta andadura, como están conmigo tantísimas personas que me acompañan, que me alientan y me regalan su oración.

Hay un momento en este recorrido que es como muy particular, porque ilumina todos los demás: es el momento de mi Primera Profesión del año pasado. En medio de Cuaresma, acompañado de la lectura de la Trasfiguración, me consagré y me hice Hijo del Inmaculado Corazón de María. Tiemblo todavía al hablar de lo que pasó allí, pues es un destino tan grande, tan sublime que me desborda, me sobrepasa, no soy capaz de agarrarlo y comprenderlo; pero aquello que soy es lo que me lleva, lo que escribe mi historia. Es mi vida, la vida que ya no me pertenece.
***
Hemos llegado al final, el final que no es sino un comienzo. Pensaba que mi vida iba a echar luz sobre el Evangelio, y ahora descubro que es el Evangelio el que ilumina mi vida. Al concluir, quiero pedir sólo uno, mi querido lector, mi hermano, con quien ahora comparto tanto: no te canses, mi amigo, de pedir por las vocaciones, este sublime regalo de Dios para todos; porque mientras en el mundo haya enamorados de la pequeñez de Cristo, mientras haya quienes vean a Dios en un cansado al lado del pozo, el mundo tendrá esperanza. Y si pudiera ser yo una ligera alusión a esta esperanza, a esta presencia, mi sueño llegaría a cumplirse. Gracias por tu atención, querido hermano. ¡Que el Espíritu de Dios repose sobre ti!

Denís Malov, cmf



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